jueves, 9 de julio de 2009

# Lo esencial es invisible a los ojos


El zorro guardó silencio y miró largo rato al principito.
- Si quieres, domestícamente -dijo.
- Me gustaría mucho -contesto el principito- ,pero no tengo mucho tiempo. Quiero descubrir amigos y conocer muchas cosas.

- No se conoce sino lo que se dosmética -dijo el zorro -. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compar cosas hechas en las tiendas. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres ya no los tienen. ¡Si quieres un amigo, entonces domestícame!

- ¿Qué hay que hacer? -preguntó el principito.

- Hay que tener mucha paciencia -contestó el zorro- Al comienzo, te sentarás un poco lejos de mí, así, sobre el pasto. Yo te miraré por el rabillo del ojo y no dirás nada. Las palabras son fuentes de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca... Al día siguiente, el principito volvió. Es mejor que vengas siempre a la misma hora -advirtió el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, tres horas antes empezaré a sentirme feliz. A medida que se acerque la hora, aumentará mi felicidad. A las cuatro, me sentiré nervioso e inquiero: ¡desubriré el precio de la felicidad!. Pero si vienes a cualquier hora, no sabré cuándo preparar mi corazón. Los ritos son necesarios.
- ¿Qué son los ritos? -preguntó el principito.
- Es algo que también está muy olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día se distinga del otro y que una hora sea diferente de las otras. Por ejemplo, los cazadores tienen un rito: los jueves bailan en la aldea con las muchachas. ¡Entonces el jueves es un día maravilloso para mí!. Salgo de paseo hasta la viña. Si los cazadores salieran a bailar cuando se les antojara, los días serían todos iguales y yo no tendría descanso.
De este modo el principito domestíco al zorro. Y cuando se aceró el día de su partida:
- ¡Ah! Creo que voy a llorar -dijo el zorro.
- Es culpa tuya -dijo el principito-. Yo no deseaba hacerte daño, pero tú quisiste que te domesticara.
- Así es -contestó el zorro.
-¡Pero vas a sufrir! -exclamó el principito.
Seguramente -respondió el zorro.
- No has ganado nada.

- Por cierto que he ganado -replicó el zorro- a causa del color de los trigales. (...)
- Adiós -le dijo.
- Adiós -contestó el zorro-.
Mi secreto es algo muy simple; no se puede ver sino con el corazón. Lo esencial está oculto a los ojos.

- Lo esencial está oculto a los ojos -repitió el principito para recordarse.

- El tiempo que has perdido con tu rosa es lo que la ha hecho tan importante.

- El tiempo que perdi con mi rosa... -dijo el principito para acordarse.
- Los hombres olvidaron esta verdad -continuó el zorro-. Pero tú no debes hacerlo, eres responsable para siempre de tu rosa.

- Yo soy responsable de mi rosa -repitió el principito, a fin de recordarlo.